Me pregunto cómo hubiese sido y sería actualmente el mundo si no existiesen iglesias, y no me refiero a los edificios, sino a las organizaciones eclesiásticas.
Voy a comentar las “acciones más distinguidas” que recuerdo de la Iglesia Católica, por ser la más próxima y la que más conozco, pero me imagino que todas deben tener similares “logros”, pues el fundamento es el mismo.
Primer pregunta: ¿cuál es el origen de la Iglesia?
Sinceramente no lo tengo nada claro; partamos de la base de que es una organización que surge de forma espontánea, de sus propios feligreses o “usuarios”, que deciden reunirse para hablar de sus creencias y practicar juntos sus ritos o “costumbres”.
Inciso: el homo sapiens, como homínido avanzado, posee varias características como son la capacidad para generar cultura (utilizar herramientas fue la más inicial, y el mecanismo es el tanteo y error), y consecuentemente transmitirla (gracias a la capacidad de memorizar, y mediante el mecanismo de la imitación), con lo que se sofistica su existencia; esta cultura (que los psicólogos llaman “superego”, condiciona los instintos puramente animales (el llamado “it”), y hacen del humano el individuo que se relaciona con otros individuos respetando unas reglas (los psicólogos llaman “ego” a cada personalidad); cabe decir que este fenómeno se da en otros homínidos menos avanzados (orangutanes, chimpancés, gorilas), incluso en perros y gatos, se da una cierta transmisión cultural (sólo se necesita una pequeña habilidad técnica y algo de memoria).
Pues bien, dentro de esta cultura está la conciencia de la propia existencia, de que es finita y, consecuentemente, el miedo a todo lo desconocido, el mayor de ellos la muerte. Todas las religiones intentan, más o menos, ofrecer salidas a esa angustia humana del ser (muy estudiada por los filósofos existencialistas), con la ventaja de que nadie podrá comprobar la realidad de sus afirmaciones, pero sí que reconfortan y tranquilizan a quien las cree (aparición de la fe), pues le resuelve un problema que le generaba angustia.
Dicho esto, las religiones solucionan un problema: aliviar la angustia del miedo a lo desconocido. Por lo tanto, esta conducta positiva para el individuo, la intenta fomentar a través de esas reuniones espontáneas que dan origen a las iglesias, como cualquier otra actividad que también produzca confort (comida, sexo, drogas), con el único límite que le impone al individuo su “superego”, que varía según las diferentes civilizaciones (normas culturales), a lo largo de la Historia.
Pues bien, más o menos, determinado el origen de la Iglesia, viene la segunda pregunta: ¿cómo evoluciona?
Otra característica de los homínidos es su sociabilidad (viven en grupos), y ya Aristóteles trató muy extensamente este tema; esta sociabilidad, que comparten la mayoría de los mamíferos avanzados (por ejemplo leones, delfines, lobos, y otras muchas especies), requiere de otra figura: el ”jefe de la manada”, del que los adiestradores de perros saben mucho, y a nivel de homo sapiens se manifiesta en cada una de sus manifestaciones organizativas: el jefe político cuando se trata de tomar decisiones, el jefe religioso en temas de fe, incluso el jefe de la empresa, el que organiza una fiesta de cumpleaños, etc., siempre hay alguien que lleva lo que llamamos “la voz cantante”, y a quienes el resto respetan y siguen.
En cuestión de fe ocurre lo mismo, hay alguien que marca las pautas (piensa por los demás) y el resto le sigue, y de esta forma se sofistica la Iglesia, los usuarios o feligreses obedecen las consignas del líder religioso.
Llegados a este punto, la iglesia, igual que cualquier organización, crece, se sofistica, y sus líderes de opinión pierden la cercanía con sus seguidores (los feligreses), y cultivan el culto a sí mismos, quedan atrapados por el “poder”. Este mismo mecanismo opera en la política, y en las grandes empresas; se produce una cierta “profesionalización”, y los líderes, pasan de ayudar y servir a los demás, a “servirse” de los demás (esto en política está muy claro, no hay prácticamente políticos, ya sean municipales, autonómicos, estatales, europeos, que no vean la “carrera política” como un mecanismo para medrar económicamente, como una actividad comercial.
Pues llegados a este extremo, la cúpula de la iglesia funciona de la misma forma, y empieza a tomar decisiones para satisfacer sus deseos de poder y autocomplacencia; sólo de esta forma se entiende que den consejos y realicen prácticas a los intereses de sus seguidores.
Pero veamos ejemplos concretos, que ésta era la finalidad inicial del comentario, quiero exponer algunos ejemplos reales de lo que ha hecho la Iglesia Católica:
Quema de brujas: Las brujas no existen, porque no existen los poderes sobrenaturales (es una ilusión humana), la Iglesia actúa contra sus seguidores y, de existir el infierno, todos, absolutamente todos los inquisidores estarían en él.
Lo mismo con las persecuciones religiosas y científicas. No hace mucho la Iglesia se ha disculpado con Galileo Galilei, ¡como si él ya lo necesitara! Son ganas de hacer el ridículo.
Opus Dei: la justificación de la riqueza, otra paradoja, todos sus seguidores condenados al infierno, ya saben, “es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos”.
El condón: Ridículo tras ridículo de los diferentes papas, ya se que son ancianos, pero se les presupone que han leído algo.
El aborto: Anteponen la vida del feto (que no sobreviviría fuera del claustro materno), incluso a la vida de la madre. Totalmente alejado del mundo. La Iglesia que ha matado a tantas personas a lo largo de su historia, debería callar, por vergüenza.
Bodas homosexuales: Otro ridículo, las bodas no dejan de ser un contrato, y cada vez tienen menos sentido en las diferentes sociedades, lo importante es la relación afectiva; dejemos que cada cual se organice la vida como quiera.
Pero, aunque parezca que quiero transmitir que la Iglesia, que toca, cosa que estropea, también realiza buenas acciones: Hospitales, cuidados a los necesitados, escuelas, misiones. Claro que todo esto lo hacen precisamente quienes más alejados se encuentran de la cúpula, ¡otra casualidad!
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